“Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios”. Colosenses 3:1 (NTV)
La gente tiene muchos conceptos erróneos acerca de cómo es el cielo. No serás un ángel. No tendrás alas. No vas a ser un pequeño querubín gordito, vestir una túnica blanca o flotar en las nubes.
Necesitas una visión correcta del cielo. La Biblia dice en Colosenses 3:1: “Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios” (NTV).
Entonces, ¿qué dice la Biblia acerca de estas “realidades del cielo”?
El cielo es donde Dios vive y gobierna. La Biblia llama al cielo “la morada de Dios”, “la casa de Dios” y “la ciudad de Dios”. Como describen estas frases, el cielo es donde vive Dios.
Pero Jesús también llama al cielo “el Reino de Dios” o “el Reino de los cielos” 31 veces en las Escrituras. Entonces, el cielo no es solo donde vive Dios; también es donde Él gobierna. El Salmo 123:1 dice: “Miro hacia ti que reinas en los cielos” (PDT).
El cielo es un lugar real. El cielo no es un estado mental. No es un estado de ser. Y no es un lugar donde tu esencia flote como un fantasma. Es un lugar real. De hecho, la Biblia dice que habrá calles, árboles, agua y casas en el cielo. Muchos pasajes de las Escrituras aluden al hecho de que los animales están allí. Tendrás tu cuerpo físico, renovado a través de tu resurrección. Y habrá un lugar real para que habite nuestro cuerpo real: “En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar?” Juan 14:2 (NTV).
Y Jesús dijo en Mateo 6:20: “Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar” (NTV). No puedes almacenar tesoros en un lugar que no es real.
El cielo está diseñado para ti y para mí. Dios no diseñó el cielo para sí mismo. Lo diseñó para sus seguidores. La Biblia dice: “Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: ’Vengan, ustedes, que son benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo’ ” Mateo 25:34 (NTV).
Cuando Dios empezó a pensar en la Tierra, empezó a pensar en el cielo. La Biblia dice que Dios hizo todo el universo porque quería una familia con quien pasar la eternidad. El cielo es el lugar que ha diseñado para su familia, y el cielo es una asombrosa expresión de su amor.
Las personas no estaban destinadas a vivir en la Tierra para siempre. ¡Tú y yo fuimos hechos para el cielo! Hebreos 13:14 dice: “Pues este mundo no es nuestro hogar permanente; esperamos el hogar futuro” (NTV). Una vez que te has convertido en parte de la familia de Dios, hay mucho más en la vida que solo aquí y ahora. Realmente, este mundo no es tu hogar; ¡solo estás de paso!
Cuando se trata del cielo, “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman” 1 Corintios 2:9 (NTV). No importa lo que hayas soñado sobre el cielo, ¡la realidad lo superará con creces!
Reflexiona sobre esto:
¡Puedes estar seguro de que irás al cielo!
Mucha gente teme a la muerte y al juicio, pero la muerte y la resurrección de Jesús pueden librarte de ese temor.
La Biblia dice que cada uno de nosotros peca y que la pena del pecado es la muerte. Pero Dios te ama tanto que envió a su Hijo, Jesús, para pagar la pena de tus pecados, para traerte a la familia de Dios y para salvarte del juicio.
Si estás listo para unirte a la familia de Dios, aquí hay una oración con la que puedes comenzar: “Querido Dios, sé que cuando muera, te daré cuenta de mi vida directamente. Confieso que te he ignorado. Sé que he pecado contra ti y he vivido según mi plan, no el tuyo. Quiero que eso cambie, comenzando ahora mismo. Quiero alejarme de mis pecados y volverme hacia ti.
Gracias por enviar a Jesús a morir por todo lo que he hecho mal para que pueda tener vida eterna contigo en lugar del juicio. Sé que no merezco tu perdón. Sé que solo tu gracia puede salvarme, Señor.
Jesús, gracias por amarme tanto que tomaste toda mi culpa sobre ti. Tú me hiciste aceptable para el cielo, y te pido humildemente que me salves. Te pido que me salves de mis pecados y del juicio. Yo creo en ti, Jesús. Y creo que cumplirás tu promesa de salvarme de manera instantánea, real, completa y para la eternidad. En el nombre de Jesús oro. Amén”.
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