“Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Colosenses 3:2 (NVI)
Cuando vives a la luz de la eternidad, los problemas no te desaniman tan fácilmente. No te rindes porque sabes que lo que viene es el mejor regalo que te han dado.
La Biblia dice en 2 Corintios 4:16-18: “Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno” (NVI).
No sé por cual problema estás pasando ahora mismo, pero puedo decirte tres cosas al respecto:
Cuando llegues al cielo, estarás asombrado de estar en la presencia de Jesús. Pero si no estuvieras tan abrumado por la presencia de Cristo, tu primer pensamiento probablemente sería algo como: “¿En qué estaba pensando? ¿Por qué pasé tanto tiempo tratando de impresionar a la gente? ¿Tratando de ser popular? ¿Tratando de acumular un montón de dinero en la Tierra? No tenía tiempo para servir a Dios, no tenía tiempo para dar, no tenía tiempo para compartir, no tenía tiempo para las relaciones, no tenía tiempo para lo que más importa. Estaba haciendo todas las cosas aparentemente correctas. Pero ¿por qué no dediqué más tiempo a lo que más importaba?
Mucho de lo que haces, incluso algunas de las cosas buenas, no va a durar. Debes darte cuenta de que cada segundo de tu vida tiene implicaciones eternas. Cada decisión. Todo pensamiento. Cada acción Cada palabra. Cada actitud. Cada sentimiento. Cada amabilidad. Cada pecado.
Colosenses 3:2 dice: “Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (NVI).
Dios te está observando y probando para ver lo que recibirás en el cielo. Cuando vives una vida con propósito, constantemente te haces preguntas como: ¿Durará esto? ¿Merece mi dinero? ¿Merece mi tiempo? ¿Merece mi reputación?
Y lo más importante, debes preguntarte: ¿Hace alguna diferencia para el Reino Eterno de Dios?
Reflexiona sobre esto:
Dios te quiere en Su familia.
Dios te hizo para amarte, y uno de los lugares que más claramente ves es en la cruz. A través de la muerte y resurrección de Jesús, Dios hizo posible que seas parte de Su familia por la eternidad. No importa lo que hayas hecho o dónde hayas estado, tienes un lugar en la familia eterna de Dios listo y esperándote. La invitación está abierta. Solo cree y recibe.
¿Estás listo? Aquí hay una oración con la que puedes comenzar: “Querido Dios, sé que cuando muera, te daré cuenta de mi vida. Sé que he pecado contra ti y he vivido según mi plan, no el tuyo. Quiero que eso cambie, comenzando ahora mismo. Quiero alejarme de mis pecados y volverme hacia ti.
Gracias por enviar a Jesús a morir por todo lo que he hecho mal para no tener que pagar la pena. Sé que no merezco tu perdón. Sé que solo tu gracia puede salvarme, Señor. Nunca podría ser lo suficientemente bueno para entrar en un lugar perfecto.
Jesús, gracias por amarme tanto que tomaste toda mi culpa sobre ti. Tú me hiciste aceptable para el cielo, y te pido humildemente que me salves. Yo creo en ti, Jesús. Y creo que cumplirás tu promesa de salvarme de manera instantánea, real, completa y para la eternidad. En el nombre de Jesús oro. Amén”.
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