“Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces?”. Mateo 18:21b (NTV)
Todos tenemos fuentes de irritación en nuestras vidas —personas que repetidamente nos lastiman o nos maltratan. Lo último que queremos hacer es perdonarlos.
Pedro tenía una preocupación similar, así que un día le preguntó a Jesús, “Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces?” Mateo 18:21b (NTV). Pedro pensó que estaba siendo generoso cuando él decía, “¿siete veces?”. La ley judía requiere que perdones a una persona tres veces. Así que Pedro dice, “doblo eso y lo hago una vez más, esa es una buena medida”. “—No siete veces—respondió Jesús—, sino setenta veces siete“. Mateo 18:22b (NTV).
En otras palabras, no hay ningún límite. Jesús estaba diciendo que si estás manteniendo un puntaje, entonces estás perdiendo el punto. Si estás contando, entonces no cuenta.
Jesús parece dar una orden imposible, seguir perdonando pase lo que pase. ¿Por qué es tan importante que hagamos esto? Déjame darte tres razones.
La Biblia dice que tú y yo tenemos una deuda con Dios, y la deuda es tan grande que no podemos pagarla por nuestra cuenta. Pero Dios ha escogido, en Su misericordia, perdonarnos y decir, “vamos a empezar de nuevo”. ¡Es una buena noticia! Dios ha perdonado mis pecados, y ahora Él quiere perdonar a otras personas. Efesios 4:32 dice, “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (NVI). La clave del perdón es reconocer cuánto Dios me perdona cada día. Cuando me siento perdonado, entonces soy indulgente.
El resentimiento es el infierno en la tierra. Te tortura, y es una herida infligida a ti mismo. Job 21:23-25 dice, “Hay quienes mueren … rebosantes de salud y de paz… otros mueren con el ánimo amargado” (NVI). Es necesario aprender a perdonar, porque el resentimiento va a arruinar tu vida.
El cuarto de tortura de la falta de perdón es auto-impuesto. Cuando no perdonamos, Dios no tiene que encerrarnos en la cárcel. Lo hacemos nosotros mismos. Nos encerramos en una prisión de ira y ansiedad. Repasamos el daño una y otra vez, y cada vez es más grande y más grande y sigue lastimándonos mucho después de que ha ocurrido. El perdón de Jesucristo es la llave que abre la cárcel. Puede liberarte. Por tu propio bien, debes aprender a perdonar.
Alguien le dijo una vez a John Wesley, el fundador del Metodismo, “Nunca pude perdonar a esa persona”. Wesley le dijo, “Entonces espero que nunca vayas a pecar”. Tú y yo pecaremos otra vez. Necesitaremos perdón otra vez. Pero el perdón es una vía de doble sentido. No quemes el puente que tienes que cruzar para ser perdonado.
Ahora, el perdón no es una restauración inmediata de la confianza. El perdón es inmediato. La confianza debe ser reconstruida con el tiempo. Por ejemplo, si el marido de una mujer es abusivo, ella debe perdonarlo, pero eso no significa que ella debe dejarlo entrar en la casa inmediatamente y seguir su vida como si nada hubiera pasado.
El perdón es instantáneo y no se gana, pero la confianza debe ser ganada.
Reflexiona sobre esto:
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