Todos estamos familiarizados con la historia de la Navidad. ¿Pero alguna vez te has detenido para ponerte en los zapatos de José? Aquí tenemos a un hombre que descubre que su prometida está embarazada, y dice que fue visitada por un ángel que le anunció que el bebé que espera es de Dios. ¡Y quiere que José le crea!
En un instante el mundo de José se vino abajo. Esta no era la forma en que se suponía que su vida tenía que ser. Simplemente no tenía sentido.
¿Conoces la sensación? Tal vez tus finanzas se desploman repentinamente, o comienza una serie de despidos en tu trabajo, o recibes la noticia de una crisis de salud en tu familia. ¿Cómo lo vas a manejar? ¿Qué haces cuando las cosas no tienen sentido?
José escogió hacer lo que Dios le dijo que hiciera, y eso cambió todo. Decidió obedecer a Dios, aunque no comprendiera lo que estaba pasando.
En nuestros días, la palabra obedecer tiene una connotación negativa. Vemos la obediencia como una decisión forzada, no decidida, para hacer algo que no queremos por puro temor al castigo.
Pero este no es el tipo de obediencia que vemos en la Palabra de Dios. En la Biblia, obediencia significa amor + confianza + acción.
Comienza con amor, como Jesús lo dice en Juan 14:15: “Si me aman, obedezcan mis mandamientos” (NTV). La obediencia viene de saber que Dios te ama y tú le amas en respuesta.
Muchísima gente piensa que la obediencia tiene que ver con tener miedo a Dios, pero Dios quiere que veamos la obediencia hacia él como expresión de una relación de amor. Y del amor sale la confianza. Si confías en lo que Dios te está diciendo y crees que él te ama, eso te llevará a la acción.
Debes tener los tres, pues la acción sin amor es un mero ritual religioso. Y amor sin acción son solo palabras.
José fue capaz de aceptar lo que María y el ángel le dijeron, debido a su relación con Dios. Él sabía que Dios lo amaba, y él amaba a Dios. Confió en Dios y tomó la decisión de hacer lo que Dios le pidió. Y a causa de eso, la vida de José sigue impactando vidas hasta el día de hoy.
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