“Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen[a] para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos” (Romanos 8:28 NTV).
Te has equivocado. Has pecado Has tomado malas decisiones. Yo también, todo lo anterior
¿Pero adivina qué?
Ninguno de esos fracasos ha cambiado el llamado de Dios a tu vida. El llamado que Dios te dio al nacer, el que reafirmó cuando te salvó, es un llamado que te da para siempre. Es permanente.
Solo mira a Pablo. Antes de convertirse en creyente, Pablo entró en los hogares de las personas, los arrastró a la calle y los arrojó a la cárcel. El escribe en 1 Timoteo 1:12-13, “Doy gracias al que me fortalece, Cristo Jesús nuestro Señor, pues me consideró digno de confianza al ponerme a su servicio. Anteriormente, yo era un blasfemo, un perseguidor y un insolente; pero Dios tuvo misericordia de mí porque yo era un incrédulo y actuaba con ignorancia” (NVI).
Pero nada de eso cambió el llamado de Dios a la vida de Pablo. Y nada puede cambiar el llamado de Dios a tu vida, tampoco.
De hecho, Dios quiere usar el dolor de tu pasado para su gloria hoy y en el futuro. Dios nunca desperdicia un dolor. Todo encaja en su plan.
Él puede tomar tus errores, tus pecados e incluso los pecados de otros que te han lastimado y trabajarlos en su plan de redención. La Biblia dice, “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen[a] para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos” (Romanos 8:28 NTV).
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