“No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios . . . como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios”. Romanos 6:13 (NTV)
Daniel tenía una decisión que tomar: Comer la comida del rey, o controlar su ego y su apetito.
Escogió lo segundo.
Muchos adolescentes no tomarían tal decisión. Piensa en esto. Tienes 15 años de edad, y has sido sacado a la fuerza de tu país. Nunca volverás a ver a tus padres. Estás en un país extraño sin supervisión ni protección familiar. Entonces, el hombre más poderoso de ese país te ofrece todo tipo de beneficios y ventajas y te dice: “vas a ser parte de mi equipo personal. Te voy a dar poder, prestigio y placer. Vas a tener lo mejor de todo”.
¿Podrías rechazar eso?
Considera lo que a veces vemos en el deporte. Hay muchachos que son excelentes en básquetbol, fútbol o béisbol. Luego son reclutados en las ligas profesionales y reciben toneladas de dinero. Se les da todo tipo de beneficios y ventajas, pero no pueden manejar tal grado de éxito. Muchachos buenos y sanos pueden ser arruinados por demasiado éxito, tan rápido.
Fácilmente esta pudo haber sido la historia de Daniel, pero no lo fue. Él fue un muchacho increíblemente disciplinado, aun estando aislado de sus padres. Daniel reflejó lo que Pablo llegó a escribir cientos de años después en Romanos 6:13: “No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios… como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios” (NTV).
Para Daniel, la falta de disciplina personal podría significar perder el perfecto plan de Dios para su vida, él no quería eso.
Entonces, dijo al hombre más poderoso del mundo: “Nabucodonosor, voy a servirte porque Dios me puso aquí. No estoy aquí sin su permiso, por lo tanto, te serviré a ti, que eres un rey pagano. Pero no voy a estar en deuda contigo ni a conformarme a tu medida. Puedes darme todas esas ventajas y privilegios, pero no soy tú y jamás voy a olvidarlo. No soy uno de los tuyos. Soy judío. No soy babilonio”.
Esto es madurez — y disciplina, particularmente para un jovencito de 15 años. Cuando somos disciplinados y obedientes y seguimos la voluntad de Dios, seremos exitosos a los ojos del Señor.
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