“Confía en Dios en todo momento; dile lo que hay en tu corazón, porque él es nuestro refugio” (Salmo 62:8 NTV).
La tragedia siempre produce emociones fuertes –enojo, temor, depresión, preocupación y algunas veces culpa. Estos sentimientos pueden atemorizarnos, y a menudo no sabemos qué hacer con ellos. Cuando hemos experimentado una gran pérdida, estas enormes emociones nos invaden. Si no tratamos con ellas ahora, nos tomará mucho más tiempo recuperarnos.
Algunas personas nunca tratan directamente con el dolor en su vida. Ellos lo simulan, lo esconden, pretenden que no está ahí. Ellos actúan como si no existiera. Y ese es el por qué siguen batallando con el estrés emocional de las pérdidas que ocurrieron hace 20 o 30 años antes.
Hay un mito que dice que Dios quiere que camines con una sonrisa en tu rostro todo el tiempo diciendo, “¡Alabado sea el Señor!”. La Biblia no dice eso en ninguna parte.
De hecho, Jesús dijo exactamente lo contrario. En Mateo 5:4, él dice, “Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados” (NTV). Está bien llorar. Cuando las personas son cristianas, sabemos que irán al cielo cuando mueran, así que necesitamos lamentarlo como el mundo. Nuestro dolor después de una pérdida puede ser diferente. Nos duele porque los vamos a extrañar, pero también estamos en paz porque sabemos que están con Dios.
¿Qué haces con tus sentimientos? No los reprimes o los escondes dentro de ti. Los liberas –se los entregas a Dios. Gritas, “¡Dios, estoy herido! ¡Estoy de luto!, esto es difícil de llevar”. Si quieres un buen ejemplo de esto, lee el libro de Salmos, donde muchas veces David se desahogaba y decía, “Dios, estoy pasando un tiempo difícil. Realmente estoy herido”. Clama a Dios al igual que David.
Si estás pasando por una pérdida en estos momentos, por favor entiende que, si no liberas tu dolor, eventualmente saldrá. Los sentimientos que son guardados se inflaman, y eventualmente explotan en una situación mucho peor.
Libera tu dolor primero para que Dios pueda comenzar a sanar tu corazón.
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