El crecimiento del alma humana requiere un compromiso para crecer. La persona debe querer crecer, decidir crecer y hacer un esfuerzo para crecer.
El crecimiento espiritual comienza con una decisión. No tiene que ser una decisión compleja, pero si debe ser sincera. Cuando los seguidores de Jesús decidieron escoger su camino, no comprendían todas las implicaciones de su decisión. Ellos simplemente expresaron el deseo de seguirle, y ese fue el comienzo de una emocionante travesía del alma. Jesús tomó esa simple pero sincera decisión y edificó sobre ella.
En Filipenses 2:12b -13, Pablo ofrece una mirada hacia el crecimiento espiritual mientras hablaba a gente ya creyente: “Lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (NVI).
Noten que dice “lleven a cabo” –no “trabajen para”- su salvación. No existe nada que puedas hacer por ti mismo para salvarte espiritualmente; Cristo se hizo cargo de eso con su vida, muerte y resurrección. Lo importante es notar que Dios tiene una parte en nuestro crecimiento – pero también nosotros. Debemos hacer un esfuerzo intencional para poder crecer.
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