Dios permite una crisis para llamar nuestra atención, y luego usa la crisis para desarrollar nuestro carácter. Una de las señales de que estamos cambiando para mejor es cuando confesamos que nosotros somos el problema. Dejamos de culpar a otros y admitimos “yo soy el problema en mi vida”. Hasta que comprendamos esto, no habrá cambios importantes en nuestra vida. Esto es el “darnos cuenta” que Dios sabe que necesitamos.
En Génesis 32, Dios le pregunta a Jacob, “¿Cómo te llamas?” Es una pregunta muy rara, porque Dios obviamente conocía el nombre de Jacob. En las culturas antiguas, siempre escogían tu nombre en referencia a tu carácter – lo que realmente eras. Tu nombre podría ser Alto o Bajo, o podría ser Valiente o Vago. Tu nombre era tu etiqueta. No era solamente algo que sonaba bien. Representaba tu carácter.
Ahora, eso era un problema, porque “Jacob” significa “engañador, manipulador, mentiroso”. ¡Y Jacob le hizo honor a su nombre! Cuando Jacob dice, “Mi nombre es Jacob” es un acto de confesión. Él está admitiendo, “Soy un manipulador”.
Cada vez que leo este verso, me pregunto cómo sería ser llamado por tu mayor falla de carácter.: “Hola, soy Avaro”. “Hola, soy Chismoso”. ¿Cuál sería tu nombre? ¿Amargado? ¿Enojado? ¿Temperamento incontrolable? ¿Lujurioso? ¿Miedoso?
Esto es lo que necesitamos entender: Nunca seremos capaces de cambiar hasta que admitamos de forma abierta, honesta y automática nuestro pecado, nuestra debilidad, nuestras faltas, nuestra fragilidad y los defectos de nuestro carácter y lo confesemos a nosotros mismos, a Dios y a los demás.
Una de las cosas más humildes en el mundo, es decir, “Este es quien soy yo, Soy un ____________”. Tu completas el espacio en blanco. “Soy un pesimista” … “Soy una persona dominante” … “Soy una persona que huye del conflicto” … “Soy un adicto”. Solo admítelo. Deja de dar excusas. Deja de racionalizar. Deja de justificarte. Deja de culpar a otras personas. Tienes que reconocer lo que todos los demás ven en ti pero que tú no puedes admitir.
Cuando vas a Dios y le dices, “Dios, quiero hacerme cargo de las debilidades y de lo malo en mi vida. Este es quien realmente soy”. Dios no se va a sorprender. Él ya lo sabe, pero necesita que confieses para que el trabajo de cambiarte pueda comenzar. El perdón y la gracia de Dios son más grandes que cualquier error que hayas cometido o vayas a cometer.
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