Ven a Casa a Celebrar

¿Quieres regresar con Dios? Primero debes estar harto y reconocer tu pecado, entonces ofrecer tu vida en sacrificio. Finalmente celebrar.

En la historia del hijo prodigo, es importante notar la respuesta del padre: “Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó… Pero el padre ordenó a sus siervos: ¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete” (Lucas 15:20, 22-23 NVI).

El padre del hijo prodigo es como tu Padre Celestial. No importa lo que hayas hecho, cuando regresas a casa con Dios, él te envuelve en su amor. Él te da lo mejor y dice, “¡Todo está perdonado, traigan la ropa, traigan los zapatos, Tengamos una fiesta! Mi hijo ha regresado a mí”.

Vienes a casa a celebrar, no a ser condenado. Y Dios quiere que te unas a él en celebración mientras lo adoras.

Celebras tu transformación al decir, “Gracias, Dios. Gracias por tu gracia. Gracias por tu amor. Gracias por tu bondad. ¡Rindo mi adoración!”.

La Biblia dice en Salmos 68:4 “Canten a Dios, canten salmos a su nombre… y regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor!” (NVI).

Para tu propia transformación, necesitas comenzar cantando en la iglesia. Necesitas celebrar lo que Dios ha hecho en tu vida y agradecerle a través de tu canto de adoración.

Puedes tener la gracia de un cuervo al cantar –¡Nunca encuentras el tono! Pero la Biblia no dice que tengas que cantar bonito; dice que debe ser con alegría. ¡Tú puedes hacer eso! Cualquiera puede hacer ruido de alegría.

Canta tu adoración a Dios –¡no solo por quién es él sino además por la transformación que ha hecho en tu vida!

Reflexiona sobre esto: