Todos hemos notado que la calidad de la recepción en un teléfono celular varía ampliamente. Lo mismo es cierto contigo. Debes estar en la posición correcta para escuchar a Dios hablar.
A veces no le damos a Dios la oportunidad de hablar con nosotros. Bloqueamos nuestra mente. Queremos hacerlo a nuestra manera, no como Dios quiere que lo hagamos. Nuestros corazones están endurecidos y no estamos dispuestos a escuchar.
Cuando tienes una mente cerrada, ¡por supuesto que no te va a hablar!
Pero si realmente quieres escuchar a Dios, ¿y qué creyente no quiere? – Tienes que entender lo que te impide escuchar a Dios. Aquí hay tres barreras mentales que mantienen tu mente cerrada al mensaje de Dios.
Tal vez has sido herido gravemente, tal vez esta semana o incluso hace años, y todavía te estás aferrando a eso. Quiero decirte que tienes que dejarlo ir. No por el bien de la otra persona, sino por tu bien. ¡El resentimiento te está matando! El resentimiento es una herida autoimpuesta que permite que personas de tu pasado te sigan lastimando hoy. Tienes que dejarlo ir, no porque merezcan el perdón, sino porque tienes que seguir con tu vida. Debes deshacerte de la amargura, el miedo y el orgullo que te impiden escuchar la voz de Dios y vivir Su propósito para tu vida.
Santiago 1:21 dice: “Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma” (NTV).
“Acepten con humildad” significa que sueltas tu orgullo y dejas de intentar resolverlo por tu cuenta. Esta es la clave para abrir tu mente y tu corazón para que puedas escuchar al Señor.
Reflexiona sobre esto:
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