Deja que el Amor de Dios te Salve del Temor
por Rick Warren — Junio 27, 2020
El temor al rechazo viene de todas partes: tu matrimonio, tu familia, tus padres, en la escuela, en el trabajo, de viejos amigos, de decepciones, de la crítica, de sólo un vistazo. Incluso tenemos la expresión, “si las miradas mataran”. ¿Alguna vez has visto a una persona manipular a otra simplemente levantando una ceja?
¡Eso es miedo al rechazo! Y puede obstruir tu vida de muchas maneras.
El miedo al rechazo evita que demos y recibamos amor. Las heridas del pasado previenen relaciones futuras. Algunas veces decimos, “Me quemé con la estufa caliente. ¡Nunca la volveré a tocar!” Y entonces aplicamos eso a las relaciones: “Salí lastimado en mi matrimonio. ¡Nunca me volveré a casar!” El problema es, las personas no son estufas. Las personas cambian.
Nuestro miedo al rechazo está basado en dos cosas —
Primero, todos necesitamos ser amados. Es un hecho. Lo necesitamos. Todos necesitamos desesperadamente dosis masivas de amor en nuestras vidas para ser individuos sanos. Dios dice: “Quiero amarte”. La Biblia dice que Dios es amor. Necesitamos ser amados. Y Dios vuelve a decir: “Quiero amarte”.
Segundo, creemos falsamente que otras personas deberían suplir todas nuestras necesidades. Cuando esperamos que alguien más satisfaga todas nuestras necesidades, nos exponemos a que nos hagan daño. Nos estamos preparando para el rechazo.
Podemos decidir poner a Dios en primer lugar, porque Él es el único que en última instancia puede satisfacer todas nuestras necesidades.
¿Acaso Dios nos puede amar a través de otras personas? Por supuesto. ¿Quiere Dios que amemos a otras personas? Sí. ¿Nos quiere usar como canales de su amor? Absolutamente.
Pero nunca tendrás todas sus necesidades satisfechas por cualquier persona o grupo de personas. Dios nunca quiso que fuera así. Simplemente no tienen suficiente amor porque el amor humano es limitado. Pero el amor de Dios es ilimitado e incondicional. No importa cuán profunda sea tu necesidad, Dios puede satisfacerla. Y nunca se agota.
Reflexiona sobre esto:
- ¿A quién o qué acudes normalmente para satisfacer tu necesidad de ser amado?
- ¿Cómo has permitido que tus experiencias con las personas nublen la forma en que sientes el amor de Dios?
- ¿Qué necesidad tienes hoy en día que sólo el amor de Dios puede llenar?