“Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti. ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?”. Mateo 20:13-15 (NVI)
Cuando parece que Dios está bendiciendo a alguien de una forma, que no te está bendiciéndote a ti, relájate y confía en Dios. Cree que Él sabe lo que es mejor para ti, y confía en Él cuando parezca que la vida es injusta.
Una de las formas para saber que la envidia está invadiendo tu vida, es el lenguaje que usas. Si te descubres usando la frase: “No es justo”, es que has caído en la trampa de la envidia. Dices: “¡No es justo! ¿Por qué ellos? ¿Por qué yo no? He trabajado tan duro como ellos”.
La parábola de Jesús de los trabajadores de la viña, éstos sentían que estaban siendo tratados de manera injusta, no porque no se les hubiera pagado lo prometido, sino porque otros que trabajaron menos recibieron la misma paga.
Mateo 20:12 dice: “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día” (NVI). Aquí se puede escuchar la envidia.
Mira bien en los siguientes versículos la réplica del dueño, que representa a Dios: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti. ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?” Mateo 20:13-15 (NVI).
La conclusión final de la envidia es esta: cuando eres envidioso, estás luchando con Dios. Dudas de la bondad de Dios en tu vida. Resientes su decisión de bendecir a alguien más. Lo acusas de ser injusto. No crees que tu mayor interés es importante para Él. Lo acusas de favoritismo.
Al contrario, el amor de Dios —ilimitado, eterno, incondicional—, es igual para todos. Pero Él no es una máquina expendedora: no puedes introducir una oración y conseguir lo que quieres. Dios tiene una buena razón para que no tengas lo que deseas. Él te conoce mejor que tú mismo. Comienza a orar: “Dios, voy a confiar que tú tienes un plan único para mi vida y que sabes mejor que yo lo que necesito ahora mismo”.
La envidia es una fiebre. Dudar de Dios es la infección. Cada vez que comienzas a tener envidia, es porque dudas de Dios. La medicina que necesitas es comenzar a confiar en Dios y en su amor por ti.
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