“Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día. Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que recibirían más”. Mateo 20:9-10 (NVI)
La clave para no sentir envidia es dejar de compararte con los demás.
La comparación es la raíz de la envidia. Este fue el primer error que se cometió en la parábola de los trabajadores del viñedo, se compararon con los últimos que fueron contratados. “Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día. Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que recibirían más” Mateo 20:9-10 (NVI). En otras palabras, ellos hicieron comparaciones. “Miren lo que ellos están recibiendo, así que, nosotros vamos a recibir más. Nosotros merecemos más”.
La Biblia dice una y otra vez que nunca debes compararte con nadie, por dos razones:
Primero, tú eres único. Dios te hizo especial. No hay nadie como tú. Él hizo el molde, y luego lo rompió. No eres semejante a nadie más.
En segundo lugar, si empiezas a compararte siempre vas a llegar a uno de estos dos pecados: el orgullo o la envidia. Cuando te comparas con los demás, vas a pensar “estoy mejor que ellos”, y te llenarás de orgullo, o si piensas “ellos están mejor que yo”, te llenarás de envidia. El orgullo y la envidia son pecados.
Además, la envidia ocurre cuando no conoces realmente a alguien. Puedes ver los puntos fuertes y los éxitos de una persona desde lejos, pero solamente cuando te acercas a ella puedes ver sus heridas, hábitos y sus problemas emocionales. Todo el mundo tiene un dolor oculto. Cuando miras a la gente de lejos, es mucho más fácil no darse cuenta de sus miedos y defectos.
No hay una mejor forma de conocer a las personas más de cerca y de forma personal, que en un grupo pequeño. Oí hablar de una mujer con esclerosis múltiple y lupus que le dijo a su grupo pequeño: “si todos juntáramos nuestros problemas en una pila grande en el centro de esta habitación los miraríamos y al final de la noche probablemente tomaríamos esos problemas y regresaríamos a casa”. Cuando conoces a las personas de cerca, no los envidias, sino que aprendes a orar por ellos.
La envidia nos aísla. El compañerismo nos une y nos ayuda a conocernos mejor para que podamos dejar de compararnos con los demás.
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