Compararse Siempre te Lleva a la Codicia
por Rick Warren — Diciembre 17, 2024
El primer paso para ser una persona con contentamiento es dejar de compararte con los demás. ¡El problema es que compararse es el deporte favorito del planeta! Naturalmente lo hacemos todo el tiempo.
Caminas a la casa de alguien más, y lo primero que haces es hacer comparaciones: “¡Me gusta ese piso! ¡mira esas cortinas! ¡Guau, qué televisión!” Pasas caminando a alguien y piensas, “Me gusta lo que le hizo a su cabello; el mío se ve terrible hoy”. Constantemente estás comparando, y eso te mantiene frustrado. ¡Tienes que dejar de hacerlo! Si vas a aprender sobre contentamiento, debes dejar de comparar tu vida con la de todos los demás.
También debes aprender a admirar si querer adquirir. Necesitas aprender a regocijarte en la prosperidad de otros sin estar celoso y envidioso y sentir como que tú también lo tienes que tener.
Este es uno de los principios más grandes que los seres humanos no entienden. ¡No tienes que ser dueño para disfrutarlo! Tal vez te gusta vacacionar en las montañas. ¿Por qué tendrías que comprar una cabaña en las montañas cuando solo puedes rentarla o incluso pedirla prestada una vez al año, cuando vas a la montaña? Ser dueño no es la única forma de disfrutarla.
No es solo una buena idea dejar de comparar; es un mandamiento. Éxodo 20:17 dice, “No codicies la casa de tu prójimo… ni nada que le pertenezca” (NVI).
La codicia es el deseo excesivo de tener más, un pecado tan serio que está incluido en los Diez Mandamientos, y debemos evitarlo. En griego, la palabra “codicia” significa aferrarse con tanta fuerza a algo que no puedes soltarlo. Si Dios te da algo y te pide que lo entregues, pero no puedes hacerlo, eso significa que no eres dueño de ese objeto, sino que ese objeto te está controlando a ti.
Dios no está diciendo que nunca debas desear algo. Eso no es cristianismo; eso sería más bien budismo. El deseo en sí no es malo; de hecho, nuestros deseos provienen de Dios. Sin embargo, cuando un deseo se vuelve incontrolable, eso se convierte en codicia. Desear algo que no te pertenece está mal. Pero en su esencia, el deseo no es algo negativo.
No puedes hacer nada a menos que realmente lo desees. No puedes ser más como Cristo sin tener el deseo de ser más como Él. Por ejemplo, no puedes ser una persona más amable sin desear serlo. No puedes ser más generoso sin desear serlo. El deseo en sí mismo no es malo, pero se convierte en un problema cuando se vuelve incontrolable y sientes que siempre necesitas más. La raíz de este tipo de deseo está en compararte con los demás.
No puedes ser una persona con contentamiento hasta que aprendas a no comparar. ¿Por qué nunca debes comparar? Porque comparar siempre lleva a la codicia.
“Es mejor lo que se ve, que los deseos pasajeros” Eclesiastés 6:9 (RVC).
Reflexiona sobre esto:
- ¿Cómo puedes cambiar tu perspectiva sobre tus propias posesiones para que te puedas regocijar con otros sobre sus posesiones?
- ¿Con qué crees que Dios quiere llenar tu vida en lugar de posesiones?
- Los cristianos hablan mucho sobre cómo Dios pone los deseos en su corazón. ¿Qué tipo de deseos crees que Dios quiere poner en el tuyo?
¿Has aceptado a Jesús como tú Señor y Salvador?
La Biblia dice que todos nos quedamos cortos del estándar perfecto de Dios. Aun así, Dios todavía nos ama —incluso si hemos pecado y somo impuros. De hecho, Dios nos ama tanto que envió a su hijo, Jesús, a limpiarnos de nuestros pecados y a agregarnos a la familia de Dios.
Si nunca has aceptado el amor de Dios ni invitado a Jesús en tu corazón, quiero que tengas esa oportunidad ahora. Si las palabras de esta oración expresan tu corazón, entonces permite que Dios lo sepa al orarlas como una forma de decir, “Yo también”.
“Querido Dios, no lo entiendo todo, pero te agradezco que me ames. Te agradezco que has estado para mí y que hayas enviado a Jesús a salvarme y no a condenarme”.
“Confieso que he pecado contra ti, y admito que necesito a Jesús como mi salvador. Quiero tener una relación con Jesús. Quiero seguirlo y hacer las cosas que Él me diga que haga”.
“Te pido que me salves de mi pasado, mis arrepentimientos, mis errores, mis pecados, mis hábitos, mis heridas y mis complejos”.
“Te pido que me salves para tu propósito. Quiero saber por qué me pusiste en este planeta. Y quiero cumplir lo que quieras que haga. Quiero aprender a amarte y a confiar en ti y estar en tu familia para siempre. En tu nombre oro, amén”.