Compararse Siempre te Lleva a la Codicia
por Rick Warren — Agosto 28, 2018
“Es mejor ser feliz con lo que se tiene que querer siempre tener más y más” (Eclesiastés 6:9 PDT).
Caminas a la casa de alguien más, y lo primero que haces es hacer comparaciones: “¡Me gusta ese piso! ¡mira esas cortinas! ¡Guau, qué televisión!” Pasas caminando a alguien y piensas, “Me gusta lo que le hizo a su cabello; el mío se ve terrible hoy”. Contantemente estás comparando, y eso te mantiene frustrado. ¡Tienes que dejar de hacerlo! Si vas a aprender sobre contentamiento, debes dejar de comparar tu vida con la de todos los demás.
También debes aprender a admirar si querer adquirir. Necesitas aprender a regocijarte en la prosperidad de otros sin estar celoso y envidioso y sentir como que tú también lo tienes que tener.
Este es uno de los principios más grandes que los seres humanos no entienden. ¡No tienes que ser dueño para disfrutarlo! Tal vez te gusta vacacionar en las montañas. ¿Por qué tendrías que comprar una cabaña en las montañas cuando solo puedes rentarla o incluso pedirla prestada una vez al año, cuando vas a la montaña? Ser dueño no es la única forma de disfrutarla.
No es solo una buena idea dejar de comparar; es un mandamiento. Éxodo 20:17 dice, “No codicies la casa de tu prójimo… ni nada que le pertenezca” (NVI).
La codicia significa el deseo incontrolable de adquirir. Es un pecado tan importante que debemos evitar, que está incluido en los diez mandamientos. La palabra “codicia” en griego significa “agarrar o sujetar tan fuertemente algo que tus manos están apretadas; ni siquiera puedes dejarlo ir”. Si Dios alguna vez te da algo y te dice que lo tienes que dar y tú no puedes, tú no eres el dueño, eso se ha apropiado de ti.
Dios no está diciendo que nunca deberías tener un deseo por algo. Eso no es cristianismo; eso es budismo. Desear no es malo. De hecho, tus deseos vienen de Dios. Pero cuando un deseo se vuelve incontrolable, eso es codicia. Cuando tu deseas algo que no es tuyo, eso está mal. Pero un deseo no es una cosa negativa.
No puedes hacer nada a menos que desees hacerlo. No puedes ser más como cristo sin desear ser más como Cristo. Por ejemplo, no puedes ser una persona más agradable sin desear ser una persona más agradable. No puedes ser una persona más generosa sin desear ser una persona más generosa. El deseo o es malo hasta que se vuelve incontrolable y crees que tienes que tener más, más y más. La raíz de ese tipo de deseo es compararte con otros.
No puedes ser una persona con contentamiento hasta que aprendas a no comparar. ¿Por qué nunca debes comparar? Porque comparar siempre lleva a la codicia.
“Es mejor lo que se ve, que los deseos pasajeros” (Eclesiastés 6:9 RVC).
Reflexiona sobre esto:
- ¿Cómo puedes cambiar tu perspectiva sobre tus propias posesiones para que te puedas regocijar con otros sobre sus posesiones?
- ¿Con qué crees que Dios quiere llenar tu vida en lugar de posesiones?
- Los cristianos hablan mucho sobre que Dios les da el deseo en su corazón. ¿Qué tipo de deseos crees que Dios quiere darte?
¿Has aceptado a Jesús como tú Señor y Salvador?
La Biblia dice que todos nos quedamos cortos del estándar perfecto de Dios. Aun así, Dios todavía nos ama –incluso si hemos pecado y somo impuros. De hecho, Dios nos ama tanto que envió a su hijo, Jesús, a limpiarnos de nuestros pecados y a agregarnos a la familia de Dios.
Si nunca has aceptado el amor de Dios ni invitado a Jesús en tu corazón, quiero que tengas esa oportunidad ahora. Si las palabras de esta oración expresan tu corazón, entonces permite que Dios lo sepa al orarlas como una forma de decir, “Yo también”.
“Querido Dios, no lo entiendo todo, pero te agradezco que me ames. Te agradezco que has estado para mí y que hayas enviado a Jesús a salvarme y no a condenarme”.
“Confieso que he pecado contra ti, y admito que necesito a Jesús como mi salvador. Quiero tener una relación con Jesús. Quiero seguirlo y hacer las cosas que él me diga que haga”.
“Te pido que me salves de mi pasado, mis arrepentimientos, mis errores, mis pecados, mis hábitos, mis heridas y mis complejos”.
“Te pido que me salves para tu propósito. Quiero saber por qué me pusiste en este planeta. Y quiero cumplir lo que quieras que haga. Quiero aprender a amarte y a confiar en ti y estar en tu familia para siempre. En tu nombre oro, amén”.
Si hiciste esta oración, permíteme saberlo, envíame un correo a [email protected]. Quiero animarte en tu jornada con Jesús y enviarte algunos materiales gratuitos para ayudarte a dar tus primeros pasos.