Cómo ser un Pacificador – Parte 2

“No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás. Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús”.  Filipenses 2:4-5 (NTV)

Ser pacificador no es una habilidad que esté muy desarrollada hoy día en nuestro mundo, pero es una habilidad que se puede aprender. De hecho, Jesús llama a los creyentes a que sean pacificadores.

En el devocional de ayer, compartí tres claves para ser un pacificador. Aquí hay cuatro más.

  1. Escuchar el dolor y la perspectiva de la otra persona. Siempre encontrarás dolor en el conflicto. ¿Cuántas veces me escuchaste decir? “Las personas heridas, hieren personas”. En otras palabras, ‘entre más herido esté, más ataco a todos los demás’. Las personas que no están heridas no hieren a otras. Por esa razón, los pacificadores escuchan el dolor de la otra persona y ven su perspectiva. Como San Francisco de Asís dijo una vez, “Busca entender antes de buscar ser entendido”. La Biblia dice “No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás. Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús”. Filipenses 2:4-5 (NTV). Eso significa que te pareces a Jesús, cuando te enfocas en el dolor de los demás, en lugar del tuyo.
  2. Di la verdad con tacto. La verdad te hace libre, pero debes decirla con amor. La Biblia dice, “Hablaremos la verdad con amor” Efesios 4:15a (NTV). La verdad no es suficiente. No es sólo lo que dices, sino cómo lo dices. Si hablas de manera ofensiva, será recibido de forma defensiva.
    Dios es muy específico acerca del tipo de palabras que están fuera de los límites. Yo las llamo PDM —Palabras de Destrucción Masiva. Estas son palabras que hacen que el conflicto escale a otro nivel. Las palabras agresivas, ofensivas, acusadoras no sirven para nada. Solo aumentan el conflicto. Colosenses 3:8 dice, quiten de su vida todo esto: el enojo, la ira, la maldad, los insultos y las malas palabras” (PDT). 
  1. Arregla el problema, no la culpa. Necesitas aprender a atacar el problema, no el uno al otro. El juego de acusar es una pérdida de tiempo. Cada vez que te ocupes tratando de solucionar el problema de la culpabilidad, pierdes energía y no solucionas el problema. 
  1. Enfócate en la reconciliación, no en la resolución. Reconciliación significa restaurar la relación. Significa que no te aferras a ninguna herida. Haces las paces. Por otro lado la resolución significa que resuelves cada mal entendido, eso no va a suceder. Todos somos diferentes. No vamos a ponernos de acuerdo en todo. Pero los pacificadores pueden estar en desacuerdo sin ser desagradables. Eso se llama madurez.

Nuestro mundo está lleno de conflicto. Solo tienes que leer el periódico. Está en todos lados: guerras, divisiones, argumentos, tensión entre las personas, prejuicios, racismo, violencia, tribalismos y terrorismo. Nuestra civilización ya no es civilizada. Como consecuencia tenemos relaciones heridas, vidas heridas y corazones heridos.

Mi desafío para ti es que te comprometas a ser un agente de reconciliación en un mundo lleno de conflicto.

Reflexiona sobre esto:

  • ¿Por qué piensas que las habilidades de pacificador son tan escasas en este momento?
  • ¿De qué forma enfocarte en la resolución en lugar que en la reconciliación empeora el problema?
  • ¿Qué conflictos en tu vida estás dispuesto a encarar y convertirte en un pacificador? ¿Qué pasos puedes dar esta semana para que esto se haga realidad?

¿Le has confiado a Jesús tu salvación?

La Biblia dice que solo podemos ir al Cielo si confiamos en Dios a través de su Hijo, Jesucristo. Y no tenemos que ganar el amor de Dios o ganarnos el camino al Cielo a nuestra manera. La Biblia dice, “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” Efesios 2:8-9 (NVI).

Si no has confiado en Jesús, ni has hecho el compromiso de seguirlo, ¿por qué esperar más? Si estás listo para dar ese paso y tomar la decisión de creer en Jesucristo y seguirlo, haz esta oración:

“Querido Jesús, tú has prometido que si yo creo en ti, todo lo que he hecho mal será perdonado, aprenderé el propósito de mi vida, y me aceptarás en tu hogar eterno en el Cielo un día”.

“Confieso mis pecados y creo que eres mi salvador. Has prometido que si confieso mi pecado y confío en ti, seré salvo. Confío en ti, cuando dices que la salvación es por gracia, a través de la fe, y de ninguna otra manera. Te recibo en mi vida como mi Señor. Hoy entrego cada parte de mi vida bajo tu control. Tienes el derecho de dirigir mi vida”.

“Jesús, quiero descansar en tu amor. Te agradezco que no tengo que comprarlo ni ganarlo. Quiero usar el resto de mi vida para servirte en lugar de servirme a mí mismo. Humildemente entrego mi vida a ti y te pido que me salves y me aceptes en tu familia. Hago esta oración en tu nombre. Amén”.

Si acabas de aceptar a Jesús, por favor envíame un correo electrónico a [email protected] y déjame saber. Me gustaría enviarte algunos materiales gratuitos para ayudarte a comenzar tu jornada con Jesús.

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