Cuando eres un bebé cristiano, Dios te da muchas emociones que refuerzan y confirman tu nueva fe y a menudo responde las oraciones más inmaduras y egocéntricas, para que sepas que él existe. Pero a medida que creces en la fe, él te apartará de esta dependencia.

Dios quiere que percibas su presencia, pero está más interesado en que confíes en él que en sentirle. La fe es lo que realmente le importa a Dios, no lo que sentimos.

Las situaciones que aumentarán tu fe serán aquellos momentos en que la vida se derrumba y Dios parece no estar en ninguna parte. Esto le sucedió a Job. En un solo día perdió todo: su familia, su negocio, su salud y todo lo que poseía. Lo más desalentador para Job fue que durante 37 capítulos de la Biblia, ¡Dios no dijo nada!

¿Cómo alabas a Dios cuando no entiendes lo que está sucediendo en tu vida y Dios está en silencio? ¿Cómo permaneces conectado en una crisis en la que no hay comunicación? ¿Cómo mantienes tus ojos en Jesús cuando están llenos de lágrimas? Haces lo que hizo Job —se postró en el suelo en adoración y dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”. (Job 1:21 NVI)

Dile a Dios exactamente cómo te sientes. Derrama tu corazón ante él. Descarga todas las emociones que sientes. Job hizo esto cuando dijo: “Por eso no puedo quedarme callado. En mi dolor y mi amargura voy a dar rienda suelta a mis quejas”. (Job 7:11 DHH).

Él gritó cuando Dios parecía distante: “Oh, por los días cuando estaba en mi mejor momento, cuando la amistad íntima de Dios bendijo mi casa”. (Job 29:4 NVI).

Reflexiona sobre esto: