Cuando Pablo escribió esta Escritura, era un hombre mayor en la prisión de Roma. Estaba al final de su vida. Era una persona increíblemente madura. Sin embargo, dijo que no había alcanzado la meta. Si alguien tuviera el derecho de decir, “He alcanzado la meta espiritualmente”, sería el hombre que escribió gran parte del Nuevo Testamento. Pero Pablo dijo: “No, no he alcanzado la meta. Todavía estoy creciendo. Todavía estoy aprendiendo. Todavía me estoy pareciendo más a Cristo”.

¿Cuál es la trampa que te impedirá seguir el ejemplo de Pablo y continuar creciendo en Cristo? El orgullo.

El orgullo te impedirá crecer porque cuando pretendes que lo has hecho todo, no te esforzarás por ser más maduro espiritualmente. ¡Nadie lo ha hecho todo! La humildad lleva a la felicidad porque te hace enseñable.

Las personas felices nunca dejan de crecer. Las personas felices nunca dejan de descubrir, nunca dejan de esforzarse, nunca dejan de aprender. Si has dejado de crecer, eres infeliz, porque estás hecho para crecer.

La Felicidad y la humildad van juntas porque las personas humildes son enseñables. Ellas siempre están preguntando “¿Cómo puedo ser un mejor esposo? ¿Cómo puedo ser un mejor amigo? ¿Cómo puedo ser un mejor jefe? ¿Cómo puedo ser un mejor seguidor de Jesús?”

“Examínense para saber si su fe es genuina. Pruébense a sí mismos. Sin duda saben que Jesucristo está entre ustedes” 2 Corintios 13:5 (NTV).

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Reflexiona sobre esto:

• ¿Cómo has crecido espiritualmente en el último año? ¿Qué evidencia de crecimiento pueden otros ver en ti?
• ¿Por qué es importante tener el apoyo de un grupo pequeño mientras te esfuerzas por crecer espiritualmente?
• ¿Por qué son más felices las personas con un espíritu enseñable?

Si todavía no has confiado en Jesús y no te has comprometido a seguirlo, ¿por qué esperar más? Si estás listo para cruzar esa línea y tomar la decisión de creer en Jesucristo y seguirlo, haz esta oración.