La Bondad de Dios dura para Siempre

“En la casa del Señor habitaré para siempre” (Salmo 23:6 NVI)

De todos los beneficios de la bondad de Dios, solo uno dura más allá de tu vida en la Tierra. El versículo final del Salmo 23 expresa el último ejemplo de la bondad de Dios: “En la casa del Señor habitaré para siempre” (Salmos 23:6 NVI).

Eso significa que no tienes que temer a la muerte, porque la muerte no es el final. Dios guarda lo mejor para el final. Incluso si tienes una vida difícil aquí en la Tierra, si le has pedido a Jesucristo que te salve, morarás para siempre en la casa del Señor, donde no hay más dolor, ni más sufrimiento, ni más pecado, ni más enfermedades, No más tristeza, ni más problemas, ni más dolor, ni más presión. El cielo es increíble. La gloria de Dios te espera allí.

“nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:5-7 NVI).

Todo lo que has visto en las películas sobre el cielo probablemente esté mal. Primero, el cielo no es fantasía, un sueño o una actitud metafórica. El cielo es un lugar físico, no un estado de ser. Es un lugar permanente que durará para siempre. Y está reservado sólo para la familia de Dios.

¡El cielo tampoco es aburrido! Vemos un poco del Cielo en Apocalipsis 21, donde aprendemos que no es vagar ni tampoco no hacer nada por la eternidad. Muchas de las cosas que haces aquí en la Tierra, son las que podrás hacer en el Cielo. Podrás comer en el cielo pero no subir de peso, podrás dormir en el cielo, podrás ir de fiesta en el cielo, hablar, tener compañerismo, orar y cantar, solo por nombrar algunos. El cielo fue creado para ti.

Solo hay dos cosas que haces en la Tierra que no harás en el Cielo. En el cielo, no puedes pecar, y no puedes dar testimonio a un incrédulo sobre el amor y el perdón de Cristo, porque solo los hijos de Dios están allí. Por eso, una vez que te conviertes en un creyente, Dios NO te lleva instantáneamente al Cielo. Él quiere que compartas las Buenas Nuevas de Salvación y Gracia. La única razón por la que irás al cielo es porque alguien te habló sobre el Evangelio. Ahora es tu turno de decirle a los demás.

Hay mucho por ver en el cielo. Adoraremos a Dios para siempre. Nos reuniremos con los que aman a Jesús. Seremos recompensados ​​por nuestra fe, esperanza y amor. Se nos asignará el trabajo que nos guste hacer.

Qué promesa tan impresionante. ¡Qué buen Dios!

Reflexiona sobre esto

  • ¿Quien compartió la Gracia y la Misericordia de Dios contigo? ¿Con quién has compartido las Buenas Nuevas?
  • ¿Qué te ha dado Dios en esta vida? ¿Cuáles son tus talentos? ¿Cómo puedes usarlos para Su Gloria?
  • ¿Tienes una lista de cosas por hacer antes de morir? ¿Cómo crees que todas esas cosas se comparan a tu experiencia en el paraíso?

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